miércoles, 11 de septiembre de 2019

Ángeles en el Purgatorio


   Los ángeles intervienen en la Divina comedia de manera importante y decisiva en determinados momentos, pues su atención y cuidados derivan de la perfección del Reino de Dios (Paraíso, canto XXIX); pero ¿con qué aspecto aparecen?, ¿cuál es su sentido en la obra? y ¿cuál, su forma de obrar?
   Sabemos que la aparición del primer ángel data del canto noveno del Infierno cuando Dante y Virgilio son impedidos de ingresar a la ciudad de Dite. Este se muestra, al inicio, mediante retumbantes y pavorosas imágenes auditivas, para luego presentarse imponente ante los diablos que nada pueden contra la voluntad de Dios y, como abstraído por ese éxtasis divino, se marcha sin dirigirles la palabra (Infierno, canto IX).
   Encaminándonos al Purgatorio, su aparición se hará con mayor frecuencia. Desde el comienzo, en el Antepurgatorio,  Dante describe maravillado al ángel barquero como una “luz por el mar tan prestamente”, con alas y una tan “blanca forma” que, próximo a él, su “vista abruma”. Este tampoco se dirige a él ni a su guía Virgilio.
   Así más ángeles seguirán presentándose en el resto del camino de expiación. Dos más emprenderán el vuelo, con fulgurante espada en mano, rubios y de trajes “verdes cual tallos”, para alejar a la serpiente, tentación del mal, de las almas que cada noche visita. Y estos, como los anteriores, se marchan acabada su misión.
   Sin embargo es el siguiente, el ángel portero, quien por primera vez se dirigirá a los peregrinos. A pesar de que su santa irradiación les hace apartar la vista, en ella también hay amor, como se ha de apreciar en su hablar cuando se entera de parte de quien se presentan:
“Que ella os guíe y asista con sus dones
- continuó fácil el cortés portero -
avanzad, pues; subid mis escalones.”[1]
   Lleva traje de color plomizo “como la tierra” y dos llaves entregadas por el mismo Pedro. Les dice cómo irán a ascender por las diferentes terrazas, coge cordialmente a Dante y le inscribe con la punta de su espada las siete “P” que deberán ser borradas vía purificación. De esta manera, se manifiesta el sacerdocio como señal cristiana.
   Luego, en forma consecutiva, aparecerán serviciales, bellos y como “el sol que en nuestros ojos pesa” los siete ángeles custodios de cada terraza, quienes, a excepción del último, borrarán cada “P” de la frente de Dante y lo animarán a subir al siguiente círculo, cantando una bienaventuranza: el de la Humildad borrará la señal de la soberbia, raíz de todo pecado; el del Amor Fraternal, la de la envidia; el de la Paz, la de la ira; el de la Solicitud, la de la pereza; el de la Justicia, la de avaricia y prodigalidad; y el de la Abstinencia, la de gula.  
   Ya Dante es de más “ágil marcha” en su caminar y le queda aún una “P” por borrar; pero en la terraza donde moran los lujuriosos, el último de estos ángeles custodios, el de la Castidad, no puede borrarla e invita alegre a este a entrar en el fuego y purificarse.
   Después los ángeles ya no aparecerán como figuras individuales, con excepción del arcángel Gabriel que está relacionado con la Virgen María; sino mediante coros celestiales, primero en el paraíso terrenal del Purgatorio y, luego, en el Paraíso.
   En mencionado paraíso terrenal, la multitud de ángeles, “cual jamás en el mundo fue blancura”, llega entonando una dulce melodía y arrojando flores alrededor del carro donde viajan. Surge Beatriz y Dante no atina a contestarle nada, pues su vergüenza lo enmudece; sin embargo, compadeciéndose de él, desean que se le perdone pronto e interceden ante ella:  
“¿Por qué, mujer, tan dura así le espantas?”[2]
   Queda implícito que los ángeles representan el estallido de la plenitud celestial. Salen al encuentro del peregrino que se dirige hacia lo alto y lo rodean con su atención y amor.
   Por último, los ángeles son criaturas cuyo accionar está por encima del hombre. Por eso no es posible representarlas en figuras humanas. Son espíritus, no enemigos de un cuerpo; pero sí incorpóreos que emanan una gran luz y ardor. Son seres henchidos de un amor grande que muestran,  en ese rápido llegar y marcharse, su pureza divina. Son enteramente cristianos y forman el ejército de Dios, quien obra mediante ellos. De acuerdo a Romano Guardini[3], “para Dante, los ángeles son esas criaturas de las que se habla en las Escrituras y que están presentes en la vida de la Iglesia”, es decir, criaturas que en la fe, en la obediencia y en el amor se han vuelto hacia Aquel de quien la vida procede y, por cuya iluminación, la vida se torna hermosa. Es indudable que para resaltar su grandeza, el poeta tomó elementos metafísicos, líricos y simbólicos.
Hipólito César Vilca Panti

[1] Purgatorio, canto IX, versos 91-93
[2] Purgatorio, canto XXX, verso  93
[3] Romano Guardini: “El ángel en la Divina Comedia del Dante” Pág. 122

BIBLIOGRAFÍA SUGERIDA
Alghieri, Dante: La Divina Comedia.  Tr. Conde de Cheste. Madrid, Ediciones Íntegra, 2003.  
Avolio, Lamberto: Flor de Florencia. Guía al estudio de la Divina Comedia. 
        Lima, 1944.
De Sanctis, Francisco: Las grandes figuras poéticas de la Divina Comedia.
        Buenos Aires, Emecé Editores, 1945.
Guardini, Romano: El ángel en la Divina Comedia del Dante. Tr. Alberto Luis  
        Bixio.  Buenos Aires, Emecé Editores, 1961.

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